Cuando mi altura no me permitía ver qué se guisaba en el fogón, me subía a una banqueta para ver cómo mi padre hacía la Merluza a la Vasca y cómo movía suavemente la cazuela de barro, para que el pescado se impregnara de todos los sabores.
- Tiene que estar el aceite muy caliente, Andrés.
- ¿puedo echar la guindilla?
- Espera, solo hay que dejarla un minuto, así el aceite tomará su satírico sabor y la merluza retendrá su sensación.
- ¿ya la puedo sacar?
- Hemos dicho 1 minuto…tranquilo!!!!
- - ……
Se colocaba el mandil, temprano, y yo sabía que era fiesta porque la alegría de la reunión familiar o con amigos, era manifiesta en el guiso que elegía: en el cocido del día de su cumpleaños, en la merluza del 25 de diciembre, o simplemente en un exquisito asado de cualquier domingo.
También en la mesa que presentaba mi madre: con bonitos vasos de agua y copas de vino, en los cubiertos bien colados, en los dulces que nos esperaban al terminar y sobre todo en el olor a limpio del mantel bordado que cuidadosamente elegía.
Las connotaciones de esas comandas eran tan abundantes, que pronto entendí qué sería de mí. Aquello que imaginaba me serviría para trabajar, crear y agradar.
Con 16 años, mientras estudiaba en Jesuitas, empecé a trabajar en la cocina de una Hamburguesería. Tan claro tenía lo que quería hacer, que provoqué al destino para que me facilitara el aprendizaje y a los 18 años empecé a trabajar como Jefe de Cocina de la Hospedería de Sádaba.
Somos cada uno de nosotros, individualmente, los que ponemos sabor en cada circunstancia de la vida, y en ese ajetreo de idas y venidas, cuando tu subconsciente te habla, te susurra el camino por dónde dirigirte. Casa Diego pasó a nuestro lado, merecía seguir entre algodones, y tuvimos la gran oportunidad de continuar mimando un lugar tan emblemático al que Ángel y su familia han dedicado su vida.
Esta pandemia que nos está tocando vivir no va impedir que sigamos cuidando y creando; subidos a “nuestra banqueta”, atentos para ver qué se cuece, cuidándonos y cuidándoos de este triste mal.
Seguiremos deleitándoos con nuestra cocina.
Seguiremos deleitándonos con nuestros pucheros.
Y aunque quizás durante un tiempo el fuego se refugie en un tranquilo sueño, vamos a intentar llegar a cada uno de vosotros con nuevos platos, listos para llevar, preparados con ingenio y amor, que presagien días de encuentro, fiesta y alegría, mesas compartidas alrededor de buenas viandas, donde se cuecen grandes placeres.
… y cuando podamos volver a abrazarnos, a darnos la mano, cuando hayamos sobrevivido gracias a vosotros, gracias a la tenacidad de todos, le daremos la bienvenida al fuego, a las copas de vino y agua, al bonito mantel, a la vida y a los dulces especiales de Ionela.